jueves, 10 de octubre de 2013

Un vuelvepiedras que da pena.

No es infrecuente ver vuelvepiedras (Arenaria interpres) fuera de su hábitat natural en Gijón.
Se les ve en parques, aceras y esquivando gente en el carril-bici, y casi siempre hay alguno correteando por el paseo del Rinconín.

Pero este ejemplar que me encontré por allí me impactó, negativamente.










Enseguida me di cuenta que algo fallaba, porque se desplazaba como lo hacen las lavanderas, o las bisbitas, o al modo del andarríos chico, oscilando adelante y atrás, a trompicones.








Al enchufar los prismáticos advertí horrorizado que a este pobre, excepto un dedo que aún tenía entero, el resto le habían desaparecido.








Al estilo de muchas palomas urbanas, que por traumatismos y enganchones, acaban quedando cojas.








La explicación me la dio el propio vuelvepiedras, que andaba buscando restos de cebos de los que usan los pescadores, una comida rica y fácil, pero muy peligrosa, porque por desgracia, igual que dejan restos del cebo utilizado, también dejan los aparejos que se rompen, como líneas de nylon, anzuelos y plomos.








Pues el relato de los hechos es sencillo pero implacable: el ave, ya sea gaviota, vuelvepiedras o paloma, se engancha con el barullo de hilos de nylon, y si tiene la mala suerte de provocar un nudo alrededor de un dedo, o bien se lo amputa en el acto al echar a volar, ya que este hilo es muy resistente y corta muchísimo, o bien arrastran el hilo hasta que, al dejar de recibir sangre por compresión, como en un torniquete, el dedo se atrofia, se seca, y se cae espontáneamente.



 Y así uno tras otro.










El proceso, además, es la pescadilla que se muerde la cola: una vez perdidas varias extremidades, es muy difícil maniobrar entre las rocas o en la playa para conseguir alimento, así que acaban por depender casi por completo de las migajas que les dejamos los humanos. 
Y a enredarse otra vez.





Preferiría verlo con sus compañeros, abajo, en las peñas.


Todo muy triste.

8 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Y tanto, menuda vida que lleva el pobre, lo raro es que aún esté ahí.

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  2. Hace lo imposible por sobrevivir y creo que lo consigue. Una pena.

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    1. Sí, tienen una capacidad de estoicismo que para nosotros la quisiéramos.

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  3. Triste Iván, por aquí anda uno también así que coincide al 100% con tu historia, primero el nudo de sedal, luego la amputación y luego la supervivencia a base de gusanitos y cachos de pan...

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  4. Jodidos sedales y quienes los tiran sin miramiento, en cualquier lugar

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    1. Sí, les ataba los cataplines con ese mismo sedal, aunqeu fuese medio hora y flojito, para que viesen cómo se siente.

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