Es una playa preciosa, cierto, pero sobre todo, domina un escenario de lujo: La ría del Eo.
Es la última gran playa antes de dar el salto a Galicia, la frontera.
Y además, su extraña orientación, abierta al Oeste, mirando hacia Ribadeo, hacia la bocana de la Ría del Eo, y hacia ese mamotreto que es el puente de los Santos, sobre la A-8, le da el aspecto de un enorme anfiteatro, lleno de maravillas.
Es un arenal tranquilo, muy paseable, amable para el bañista y sobre todo para el paseante, en pocas playas he visto tan poca gente tumbada en la arena y más caminando, lo que ya de por así aumenta mi simpatía hacia esta playa.
Arnao es una de las escasas playas que tiene una salida directa desde la autopista, justo antes de cruzar hacia Galicia, así que es imposible perderse, ya que la desviación va directísima hacia el aparcamiento, que incluso en los días de verano es extraño que se llene.
Y si os aburrís, he de deciros que Arnao dispone de un agradable parque-playa, con mesas de merienda, miradores exquisitos, y un camino de ronda hacia la Punta da Cruz, que es el último pedazo de tierra asturiano entre Lugo y el Cantábrico, y como se puede deducir, una atalaya extraordinaria sobre estas y otras tierras de la Mariña y de Castropol.
Hacia allí nos fuimos, y será el tema de la próxima entrada.