miércoles, 4 de enero de 2012

Arao, alcas, grandes olas y mucha pena

Esta tarde, para entretener a mi hijo, nos fuimos a ver las grandes olas que estaban azotando el puerto deportivo de Gijón "El Muelle", con tan buena suerte que nos encontramos un arao común (Uria aalge).


























Primero habíamos dado una vuelta por el paseo del Muro de San Lorenzo, que estaba muy brumoso por el oleaje.












Disfrutamos del sitio secreto de papá para ver las olas sin tener que mojarnos, fue muy divertido ver las olas de 3 ó 4 metros avanzar hacia nosotros sin temor a que nos alcanzasen, aunque la espuma llegaba, vaya si llegaba.

Pero fue una gran pena tener encima, al Helimer, el helicóptero que lleva buscando varios días, sin descanso, el cuerpo sin vida de Gonzalo. Cualquier padre que quiera a sus hijos no puede escuchar el sonido de los rotores de este helicóptero sin sentir un escalofrío y una pena enorme por la familia del chaval.

Eso sí es una tragedia, y no la gaita de la crisis.

Yo que las pasé de todos los colores toda mi infancia y la juventud me río de la crisis: para los pobres la crisis es desde que se nace hasta que se muere, y a veces se nos olvida lo pobres que éramos, yo al menos lo era y desde luego lo recuerdo perfectamente.(Se puede decir lo mismo de los ricos, pero al revés).
Pero una tragedia familiar de este calibre, a eso sí que le tengo pánico.

Bueno, pues ya desde el rompeolas localicé a 2 alcas (Alca torda). Mi chaval nunca había visto una, y aunque no es un pajarero innato, sí le gustan mucho los animales, así que me lo preparé un poco contándole que el equivalente a los pájaros bobos del Sur son los álcidos del Norte, y cuando le enseñé las fotos, se le iluminaron los ojos.






Normal: un bicho blanco y negro, de buen pico, que pesca bajo el agua y se impulsa igual que un pingüino, a cualquier niño le llama la atención. Así que conseguí bajarlo al puerto y seguir un buen rato las evoluciones de las simpáticas alcas, que no se acercaban demasiado.






Ya nos íbamos cuando vi otra "alca", pero esta tenía una forma más ahusada, y el pico definitivamente no era de alca: ¡un arao! Bajamos corriendo, porque ya no había luz ninguna, y en el espigón de la Rula (donde el restaurante El Puerto), ya lo vimos, al arao, con todo detalle.

Mi peque se lo pasaba en grande, además se puso a hacer ruidos graciosos diciendo que era el reclamo de la hembra, y que lo iba a atraer, y entre carcajadas, comprobamos que contra todo pronóstico, el arao se nos iba acercando.










Lástima de luz, que minuto a minuto se iba apagando, y me obligaba a tirar a ISOs muy altos y a velocidades muy bajas.









Pero al menos pudimos estar casi 1/2 hora muy cerca del arao, que se portó de maravilla.












Y el guaje ya tiene algo más que contar a sus amiguitos, no creo que haya muchos niños que con 7 años sepan ya distinguir un arao de un alca, ni siquiera que los hayan visto en vivo, y no en documentales. me alegro mucho de haber compartido esto con mi hijo, los que tenéis hijos me comprenderéis, los que no los tenéis me perdonaréis la ternura del momento.






Pues nada, nos marchamos contentísimos. por allí había alguna gaviota reidora (Larus ridibundus), algunas patiamarillas (Larus michahellis), de 1er invierno, aburridas.









Y una que no se asustaba de nosotros, de 2º invierno.

Y algún vuelvepiedras (Arenaria interpres) volaba por allí.







Y así pasó una tarde de la que me acordaré mientras viva.










7 comentarios:

  1. Ya verás cuando ese crío sea mayor y lleve a su padre a una sessión fotográfica de aves y le recuerde el arao que vio cuando tenía siete añitos :-)

    A todo esto, con los tiempos que corren, esperemos que siga habiendo araos y cámaras reflex claro...

    Mira, la mía también tiene siete añitos pero pasa de las aves, animales en general... :-( Qué suerte tienes con el tuyo!! :-)

    Bonita tarde!! Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Preciosa tarde Iván, como dices de recordar. saludos

    ResponderEliminar
  3. Qué importante es ir abriendo los ojos a los más pequeños...ellos son los que nos sucederán. Enhorabuena

    ResponderEliminar
  4. Creo que si tenemos que enseñar a la gente lo mucho que merece la pena no solo la naturaleza, sino el simple acto intelectual de observarla, habrá que empezar por los de casa, y partimos los papás en desventaja con tanta wii, monster high, y demás fuegos de artificio.
    Yo no manejé un ordenador hasta los 22, y mi 1ª réflex (analógica) la compré con el 1er sueldo fijo que cobré.
    Mi hijo nació entre pantallas, y sabe perfectamente sacar una foto con mi 40D (menudas sudadas pillo viendo el objetivo apuntando al suelo...), pero creo que lo que les falta a estos críos es poner los pies fuera de casa, y a poco que lo hagan, nos van a pasar a años luz: son más inteligentes, más capaces, y hasta más sanos, ahora solo les falta quitarse las legañas de los ojos. ese es su problema, pero también el nuestro.
    Igual no se acuerda para nada, y seguramente no le de por los pájaros (lo suyo son los fósiles), pero al menos que recuerde a su viejo sacándolo de casa y tomándose la molestia de explicarle aquello por lo que luchó.

    ResponderEliminar
  5. Hola!!
    Me ha prestado la entrada porque yo tb recuerdo cuando era pequeño y mi padre ejercía de padre, y me enseñaba ese tipo de cosas relacionadas con la naturaleza.
    Los años pasaron y me desentendí de todo aquello, pero la cabra tira al monte... y décadas después, sin proponerlo ni planearlo vuelvo a hacer lo que hacía con mi padre en aquellos años de una forma casi instintiva.

    Tu hijo posiblemente hará lo que hicimos todos en aquellas edades y más aún en este mundo tecnológico que vivimos, pero le quedará la esencia de las cosas, el recuerdo, y quizás con un poco de suerte haga como yo...
    un saludooooooooooo!!!

    ResponderEliminar
  6. Hola Iván,
    te comprendo perféctamente, recuerdo cuando llevé a mi hija, la primera vez después que rompiera a andar, a un bosque. Fue en Peloño. Comenzó a corretear, como podía, como loca, contenta, estoy seguro que sentía que estaba en un sitio especial. Tengo ese día grabado a fuego,(y unos meses más tarde, en la espalda, cuando me hice Muniellos con ella de mochila).
    Lo malo es que después crecen...y ahora (14) soy "el loco coñazo de las gaviotas".
    Yo también espero que algo le haya quedado...
    De momento pierdo con las consolas y el ordenata...
    Saludos...
    Paco

    ResponderEliminar
  7. Hola Juan, hola, Paco. Está claro que al menos hay que intentarlo, y luego, y después del paréntesis de la adolescencia, que ahí no hay nada que rascar, esperar que con la santa madurez algo haya quedado en el cerebro de nuestros peques.

    Cuando yo era crío, mi padre ponía música clásica mientras hacíamos los deberes y merendábamos mi hermana y yo.
    Yo solo esperaba que acabase el disco, para ver barrio sésamo, me parecía un coñazo la clásica.
    Hasta que me marché de casa, y como algo instintivo, los 1os discos que compraba y ponía en mi cadena, ¡eran de clásica!
    Por no decir de esas comidas de mi madre que no me gustaban y que echaba tanto de menos cuando me independicé...la mente en crecimiento es un misterio. Pero hay esperanza.

    ResponderEliminar

Me encantan tus comentarios, y además los necesito, pero para evitar los ataques de orcos, trols y pesadiellos, me veo obligado a moderar. Si formas parte de la buena gente, tu comentario saldrá seguro.